El error de querer venderle a «todo el mundo»
Lanzar un negocio pensando que tu producto es «para todos» es la receta perfecta para tirar dinero a la basura. La realidad es cruda: si intentas hablarle a todo el mundo, terminarás gritándole al vacío. Un mercado objetivo no es un concepto abstracto; es el grupo de personas que realmente necesita lo que vendes y que, además, tiene la lana para pagarlo.
Piénsalo así: si vendes equipo de alta montaña, tu cliente no es «alguien que hace ejercicio». Tu cliente es alguien con ingresos estables que planea expediciones, busca seguridad técnica y prefiere pagar por calidad antes que comprar lo más barato en una tienda de saldos. Si tienes esto claro, dejas de gastar en anuncios para gente que solo busca tenis cómodos para caminar en el parque un domingo.
Los cuatro pilares para encontrar a tu cliente
Para dejar de adivinar y empezar a facturar, tienes que segmentar. No sirve de nada decir «mujeres de 30 años». Necesitas bajar esa idea a la tierra usando estos cuatro criterios:
1. Datos demográficos
Son las estadísticas básicas. Aquí defines la edad, el género, cuánto ganan al mes, en qué trabajan y hasta qué año estudiaron.
* Ejemplo: Hombres solteros de 25 a 35 años, con licenciatura y un sueldo mayor a $25,000 MXN mensuales.
2. Ubicación geográfica
¿Dónde viven? Esto es fundamental si tienes un local físico o si tus envíos salen caros a ciertas zonas. No es lo mismo vender chamarras térmicas en Toluca que intentar moverlas en Mérida. El clima, la ciudad y hasta el tipo de colonia dictan qué tanto te necesitan.
3. Perfil psicográfico
Aquí te metes en su cabeza. ¿Qué les gusta? ¿Cuáles son sus valores?
* Ejemplo: Imagina a dos personas que viven en la misma calle y tienen la misma edad. Uno es vegano y el otro hace dieta keto. Sus perfiles demográficos son idénticos, pero compran cosas totalmente distintas. Entender si tu cliente prefiere lo sustentable, lo local o lo exclusivo es lo que realmente cierra la venta.
4. Hábitos de compra
Este punto analiza cómo gastan su dinero. ¿Compran por impulso en la madrugada o investigan tres semanas antes de dar el «clic» final? ¿Son leales a una marca de toda la vida o siempre andan cazando ofertas? Saber si tu cliente busca una solución urgente o un lujo planeado cambia por completo la forma en que escribes tus anuncios.
Menos desperdicio, más estrategia
Definir a tu cliente no es un ejercicio escolar; es cuidar tu bolsillo. Cuando sabes exactamente a quién le hablas:
- Tu presupuesto rinde más: Dejas de pagar por clics de personas que jamás te van a comprar.
- Tu producto mejora: Si descubres que a tu público le urge la entrega inmediata más que un precio bajo, puedes invertir en mejor logística en lugar de sacrificar la calidad de tus materiales.
- Conectas de verdad: No le hablas igual a un chavo de prepa que al director de una empresa. El tono, las palabras y las fotos que usas funcionan porque resuenan con la realidad de quien las ve.
Si ya tienes ventas, revisa quiénes son tus clientes actuales. Si vas empezando, mira a quién atiende tu competencia y busca qué grupo están ignorando. Ahí es donde suele estar la oportunidad real.

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